El servicio como kénosis 

26 de Marzo 2024
Categoría: Pastoral

Tiare Aravena, asesora de Pastoral

Jesús hace la voluntad del Padre y se pone al servicio del ser humano pese a su condición divina dando el signo de renuncia a su condición. Reconocemos en esta acción la humildad, abajamiento, sobre todo la condición humana desde los más sencillos, dando paso a una vida terrenal, con todo lo que ello significa, siendo signo del acercamiento de Dios a su creación. 

Las leyes de los hombres han, de una u otra forma, deformado lo que Dios había pensado para estar en comunión con él, alejándolo de la condición humana y enalteciéndolo a tal punto de hacerlo inalcanzable para el ser mortal. Osorio, en su publicación sobre cuestiones teológicas, nos plantea la idea de que Jesús, en su abandono de los atributos divinos, convierte la antigua idea del ser humano en busca de Dios, presentado ahora a Dios en busca del hombre (Osorio, 2014, p.355)  

De aquí la cuestión de la Kénosis, término que se levanta como parte de los estudios cristológicos del nuevo testamento y que da cuenta de la auto donación o autolimitación de Jesús en su divinidad para presentarse como un ser terrenal y de esta manera, poder acercar a Dios con el ser humano La Kénosis como renuncia a lo divino, se asocia a la humillación y la vida de sufrimiento.  En la carta a Los Filipenses, San Pablo expone que Jesús no busca ser igual a Dios (como lo supuso Adán), sino que prescinde de su condición divina para vaciarse de sí mismo y convertirse en esclavo. Jesús, el Hijo de Dios, decide ser esclavo, el último en la cadena del orden social para mostrar a la humanidad el más grande acto de amor y de entrega, y así, siendo rico, se hizo pobre (2 Cor 8, 9) 

¿Qué tiene que ver esto con el servicio? Pues la respuesta es simple, la entrega de Jesús para ser herramienta de Dios no es más que una muestra de servicio mismo. El Padre, entendiendo que el ser humano, hombre y mujer, son seres imperfectos, busca mostrar otros caminos para estar en comunión con él, opciones de dar cuenta de la fe desde un plano más activo, dentro del encuentro y la preocupación por otros. Jesús le permite mostrar que todos, sin importar su etiqueta, pueden ser instrumentos de Dios para acoger al prójimo y apaciguar sus necesidades (sean estas materiales o espirituales). 

Cuando servimos a un otro, bajo la mirada de la Kénosis, debemos vaciar nuestros prejuicios, etiquetas o pensamientos narcisistas y ponernos por entero a la labor de caminar con el otro. Sin embargo, no busca una sumisión enceguecida o enajenada en esta pérdida de sí mismo, sino en una expresión más valórica, desde la propia percepción humana, es decir, nos debemos entender como personas valiosas para hacer valioso a un otro, no en el valor de los méritos propios más bien en el amor por los otros. 

En el compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, en su tercer apartado, nos habla de los compromisos que como fieles debemos cumplir para el beneficio de nuestra sociedad. Aquí nos dan muestra del servicio en los diversos ámbitos de la vida, invitándonos a tomar acción desde la vereda en la que nos encontremos, pues todos somos potencialmente servidores para Dios. Esta es nuestra manera de dar cuenta nuestro amor a Dios, porque amando a nuestro prójimo estaremos amando a Dios; sirviendo al prójimo, estaremos sirviendo a Dios. 

Ahora bien, entendiendo el servicio como camino para estar en comunión con el Padre, hay que considerar que, al servir, debemos hacerlo con corazón noble, con entrega real hacia otro, porque sirve con un pensamiento codicioso, que solo busca enaltecer su propio ego. El papa Benedicto XVI, en la encíclica Deus Caritas Est, refuerza la idea de que Dios es amor y bajo este amor debemos poner nuestro trabajo pastoral, pero debemos hacer un alcance frente al entendimiento de esta entrega por amor, puesto que no es una entrega ciega, sin autocrítica o reflexión, sino todo lo contrario, es un amor que está en constante discernimiento. 

Se nos ha llamado a servir, a vaciarnos para ser llenados de la gracia de Dios y entregar a nuestro prójimo todo lo que somos para hacer viva la palabra de Dios, pero por sobre todo se nos ha invitado a reflexionar constantemente sobre qué tipo de servicio entregamos, bajo que parámetros actuamos y, por, sobre todo, cuáles son nuestras motivaciones para servir a un otro.  

Jesús, en la máxima humildad que podía reflejar, siendo esclavo y desprendido de todo beneficio divino, se entregó al servicio de su pueblo, incluso en su muerte, preparó a los suyos para seguir su ejemplo y ser herramientas de Dios en el mundo.  

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