Buenas nuevas para nuestra vida

15 de Abril 2024
Categoría: Pastoral

“Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean”. Evangelio de San Lucas 24, 35-48, del domingo 14 de abril 

Primero los invito a reflexionar sobre el tiempo y espacio donde se desarrolla este texto bíblico. Estos datos se extraen del texto anterior conocido como los “discípulos de Emaús”. Después del encuentro con Jesús, los dos discípulos vuelven a Jerusalén, donde “encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos”. Por lo tanto, el lugar es Jerusalén, lugar donde se reunían los Once, y el tiempo es el primer día de la semana, el mismo día de la Resurrección. 

Respecto a los personajes del Evangelio tenemos a los dos discípulos de Emaús, los Once y a los demás que estaban con ellos y Jesús. 

El texto nos muestra algunas tensiones. Los discípulos narraban las apariciones de Jesús, lo cual les producía sentimientos contradictorios, por un lado, estaban “Atónitos y llenos de temor”, pero al verlo sentían “la alegría y la admiración”, y aun así “se resistían a creer”. En los Textos paralelos, como en Marcos, se ve claramente el miedo, la tristeza y la incredulidad. 

Jesús, por su parte, hace las siguientes acciones (pedagogía): se aparece en medio de ellos, les pregunta, les muestra sus manos y sus pies, toma y come el pescado, les enseña y les abre la inteligencia. 

Y lo que les dice Jesús es lo siguiente:  

  • «La paz esté con ustedes». 
  • Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean 
  • «¿Tienen aquí algo para comer?». 
  • Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía (enseñaba) 
  • Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día 
  • Ustedes son testigos de todo esto 

Y también podemos ver en Jesús y los discípulos los siguientes movimientos: 

  • Los once no lo han visto y Jesús se les aparece 
  • Tienen miedo y tristeza y Jesús les da la Paz 
  • Están aún incrédulos y Jesús muestra sus manos y sus pies, come pescado, les recuerda y les vuelve a enseñar. 

Ahora bien, después de este análisis literario, podemos ver con mayor claridad lo que el evangelista nos quería invitar a reflexionar. Podemos ver el mensaje teológico de fondo, siempre nuevo e inagotable. 

Desde la perspectiva de los discípulos, los últimos hechos son desconcertantes. El maestro, el que creían que era el mesías, el libertador de su pueblo, ha muerto. Tenían expectativas de liberación, del Reino de Dios presente, pero la realidad es que ha muerto, de la peor manera: el justo ha sido crucificado. Y tal humillación muestra que no era bendecido por Dios, no era el Hijo, no era un verdadero profeta. El miedo y la tristeza son los sentimientos básicos a los que enfrentaron sus discípulos, y en especial los Once. 

Pero el primer día de la semana corre una noticia: El Señor ha resucitado. 

La resurrección es un hecho inédito, es distinta a la vuelta a la vida de Lázaro, en Jesús la estructura humana ha sido modificada, transfigurada de tal manera que no lo reconocen a simple vista. Y no saben cómo expresar esa nueva realidad del maestro. 

Y el Señor aparece como un verdadero maestro, un “paidos” (niño) “ago” (conducir), un sabio que toma de nuestra mano, nos conduce y enseña. Él comprende a fondo nuestra naturaleza humana, temerosa e incrédula. 

Así, conociéndonos, nos ayuda a creer, apareciéndose en medio nuestro, dándonos su paz y enseñándonos una y otra vez, en su amor incansable, que él es el Señor. 

Entonces nos debemos hacer la pregunta: ¿creo en la resurrección de Jesús? ¿de qué forma creo? Esa fe ¿tiene implicancias en mi vida, principalmente frente al miedo, al dolor, a la angustia, a la ansiedad? 

Los discípulos estuvieron con Él, sin embargo, permanecía esa falta de fe. El Señor no los juzgo por eso, al contrario, como un maestro bueno, que conoció en carne propia la naturaleza humana, les brindo la paz para que no se turbara su corazón. 

Así que no seamos tan severos con nuestra falta de fe. Asumámosla y pongámosla en sus manos para que la fortalezca, para que la conduzca, como un niño pequeño que aprende a caminar. 

Comprometámonos a acercarnos con humildad, sabiéndonos frágiles a la inédita noticia de su Resurrección y de la fe de que está vivo junto a nosotros, donde dos o más se juntan en su Nombre. 

Demos gracias a Dios, Uno y Trino, por su misericordia frente a nuestra incredulidad, y por el gran regalo de la fe en su Resurrección. 

Y también pidámosle que nos envíe su Espíritu Santo para avivar nuestra confianza en Él, el Señor de la Vida. 

Claudio Medina Ibarra, Asesor de Pastoral UCSH 

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