(Vía El Diario de Santiago, La Voz en Línea y el Diario de La Araucanía)

La reciente publicación de la Ley 21.545 en el país (conocida como Ley TEA), se enmarca en el horizonte de inclusión a la diversidad y el respeto por la neurodiversidad.

Sin duda es un avance concreto en el reconocimiento y visualización de quienes han sido, durante mucho tiempo, etiquetados en diversos espacios y dejados fuera de dinámicas sociales, políticas y económicas relevantes para su desarrollo integral.

Sin embargo, los desafíos sociales que emanan del trabajo legislativo ya promulgado son imposibles de separar de los espacios educativos. Por ende, están estrechamente relacionados con los espacios de formación de docentes, el liderazgo de establecimientos escolares y la prescripción de las políticas públicas.

Los vínculos estrechos que existen entre la organización legal de un sistema público-privado que respete e incluya laboral y educativamente a quienes presenten características neurodiversas, una vez más, señala la estrecha relación con la formación que reciben los y las estudiantes en las aulas escolares chilenas, de qué forma las comunidades escolares lo asumen y, en coherencia con ello, señala la formación docente requerida para la gestión pedagógica de las nuevas generaciones en un enfoque de respeto y de validación de quienes viven con TEA.

Por ejemplo, no son menores los desafíos curriculares en tanto saberes que una sociedad transmite y reproduce en espacios escolares. En este caso, un reto concreto será el desarrollo de la autonomía docente, en tanto, selección, decisión y adecuación de los contenidos pedagógicos para la gestión del aprendizaje. La ley señala también, la necesidad de un tránsito intencionado en relación con la comprensión de cuáles son las necesidades y espacios de cambios necesarios para la inclusión adecuada y respetuosa de las personas neuro diversas. Estos desafíos demuestran que el texto aprobado y publicado, requiere de un compromiso país relevante y madurado.

En ello, la formación de base del país resulta fundamental, en especial porque la vida adulta, laboral y jurídicamente normada, se produce del encuentro de los códigos familiares y aquellos que los contextos escolares reproducen y transmiten por medio de la enseñanza. Es en este campo donde se producen los desafíos educativos más relevantes ya que, por ejemplo, las iniciativas curriculares y pedagógicos siguen tensionados por diversas ideas frente a la educación: evaluación docente, evaluaciones externas, convivencia escolar, requerimientos socioemocionales, por mencionar algunos, son desafíos que la escuela chilena y sus docentes siguen gestionando.

Este es el momento para dejar de lado el enfoque en la rendición de pruebas estandarizadas, la presión por los logros asociados a la transmisión de contenidos y a recuperar el rol de autonomía profesional que la docencia requiere en el país. La atención respetuosa y centrada en derechos que la sociedad chilena requiere para quienes presentan características neurodiversas, requieren del desarrollo de iniciativas centradas en la colaboración (y no la competencia) que generen condiciones sociales necesarias para el desarrollo de una educación para la inclusión y el respeto de las características de aprendizaje que poseen todos y todas.

En este sentido, los desafíos de la reciente Ley TEA refuerzan el camino que la sociedad chilena está transitando y representa un aliciente ante los desafíos que persisten en la educación y la formación docente.

César Maldonado Díaz

Investigador y Académico CITSE-UCSH