(Vía El Mercurio – Revista Ya)

El peregrinaje de Carolina Guerra (43), para conseguir atención de salud mental para su hija Catalina de 17 años, comenzó en febrero de 2022. Entonces la funcionaria de la Policía de Investigaciones llamó desde su celular a todos los hospitales y clínicas de la Región de Antofagasta. Ambas viven ahí y buscaban un lugar en donde pudieran atender la anorexia nerviosa de Catalina. En cada recinto que se contactaron escucharon la misma respuesta: era prácticamente imposible atender a Catalina. La lista de espera de los adolescentes se había extendido hasta el invierno de ese año. Carolina Guerra pidió permiso en el trabajo. Estaba dispuesta a viajar a cualquier región del país para ayudar a su hija, quien tiene un diagnóstico de trastorno límite de personalidad y arrastra un intento de suicidio. La madre buscó en internet todos los recintos que cuentan con atención psiquiátrica y psicológica en la Región Metropolitana y los llamó. Todos le respondieron que recién podían atender a Catalina en junio.

Entonces intentó lo mismo con la Región de Valparaíso.

—Llamé al Hospital Naval de Viña y ahí me dijeron: “Bueno, tráigala, pero no le aseguramos que la podamos atender”. Viajamos en febrero de 2022 de Antofagasta a Viña y la Cata fue internada por cinco días —dice la madre, quien aclara que no pudo extender más la internación, porque el programa de salud con el que cuentan no lo permitía.

En julio de 2022, la adolescente tuvo un tercer intento de suicidio y logró ser internada en el octavo piso de psiquiatría del Hospital Regional de Antofagasta. Pero, según la madre, solo estuvo 20 días, porque había muchas órdenes judiciales de niños que debían recibir atención por salud mental. El 31 de diciembre, Catalina cumplió 18 años y dejó de ser adolescente para el sistema público. Su madre está preocupada.

—Ahora la tienen que atender en salud mental adulto y si es que tenemos suerte con esas otras listas de espera, a mediados de marzo recién la verá un psiquiatra.

Según el Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile UDP 2022, en 2021 había 8.881 casos en lista de espera de psiquiatría pediátrica y de adolescencia, con un año y dos meses y medio de espera (444 días). Entre los meses de enero y mayo de 2022, la cifra superó los 9.500 casos, con un tiempo promedio de espera de 426 días.

El Estudio Políticas Públicas Relacionadas con la Salud Mental de niños, niñas y adolescentes (NNA), que la Defensoría de la Niñez presentó en conjunto con la Universidad de Chile durante el segundo semestre de 2022, expone que 14.301 NNA del país se encuentran en lista de espera para acceder a tratamientos ambulatorios decretados por los tribunales de justicia. El estudio reveló que la ansiedad (93%), la depresión (92%), las autolesiones (78%) y el suicidio (72%) son los problemas que más afectan a esta población de menores.
Sobre las listas de espera, Vania Martínez, psiquiatra infantil y del adolescente, académica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y directora del Núcleo Milenio IMHAY, afirma:

—Independiente del número, la puerta de entrada para la salud mental no son los hospitales, sino que la atención primaria. Son los Centros de Salud Familiar (Cesfam), para la mayor parte de nuestra población que está en Fonasa. En esta puerta de entrada sabemos que hay dificultades.

Lo hemos constatado por las derivaciones que nosotros hacemos de los casos, y hemos visto cómo les está costando acceder a atención incluso en el sistema privado —dice y agrega:

—Varias personas me han contactado para decirme que necesitan pedir hora, y yo les pregunto a otros colegas, y gran parte de ellos también están con harto retraso para dar hora para una evaluación inicial. El estudio de la Defensoría de la Niñez también dice que cuatro de cada diez adolescentes piden ayuda en salud mental y no la reciben.

María Cecilia Besser, psicóloga clínica y directora del Centro de Estudios y Atención a la Comunidad (CEAC) de la Universidad Católica Silva Henríquez, dice:

—Los niños y adolescentes vieron afectada su socialización, y cuando volvieron al sistema escolar no tenían la capacidad para resolver conflictos. No sabían cómo relacionarse con sus pares después de dos años de encierro. Eso generó un rebrote de la demanda de salud.

Asael Asdad tiene 20 años y estudia Derecho en la Universidad de Chile.

Él dice que a lo largo de su vida ha tenido que pedir ayuda psicológica en la red de salud pública, pero que siempre se ha encontrado con el mismo problema: no encontrar hora por las largas listas de espera.

—La primera vez que acudí a un psicólogo y psiquiatra en el sistema público fue en el Cesfam Flor Fernández de La Pintana, cuando tenía 12 o 13 años. Ambas terapias fueron con un adulto presente, parte de mi familia, porque no cumplía con la mayoría de edad y, básicamente, se resumían en una conversación mensual. Estuve en terapia un año, pero no asistí más… ni los medicamentos ni la terapia eran eficientes.

Entre los años 2016 y 2018, Asael Asdad fue diagnosticado con un cuadro depresivo-ansioso. En 2019, cuando tenía 17 años, el joven solicitó ayuda en el Cesfam La Faena de Peñalolén. En ese recinto, dice que tuvo una terapia psicológica y una atención psiquiátrica con una médico general que le recetó medicamentos que había consumido con anterioridad. El estudiante enfatiza que estuvo solicitando esta ayuda antes de la pandemia:

—Era considerado como un paciente de alto riesgo, pero aun así, nunca me llamaron de la lista de espera. Recuerdo bien que tuve que ir por lo bajo 5 veces al consultorio para que recién me dieran una hora. Estuve en lista de espera por un buen tiempo y cuando me la dieron fue muy cerca de la pandemia, por lo que tuve solo dos sesiones psicológicas y una psiquiátrica, porque las atenciones en materia de salud mental se suprimieron.

Asael Asdad comenta que buscó atención en el sector privado, pero que no pudo seguir por los costos elevados, y que hoy no sigue ningún tratamiento.

Soledad T. (67) vive en Villa Alemana y desde 2019 está a cargo de sus tres nietos: Felipe (17), Daniel (13) y Pablo (10). El padre de los niños trabaja en Santiago, pero viaja todos los días para quedarse con ellos en la noche. Su madre, en tanto, los recibe en su casa durante las vacaciones de verano. Soledad relata que los menores necesitan atención de salud mental, pero que ninguno ha recibido un tratamiento continuo por las listas de espera. Felipe, quien inició su cuarto medio, casi no habla y desde mediados de 2022 su situación se ha vuelto más compleja.

—Lo tuve que volver a llevar a un Cesfam, porque en el colegio se ha autoinfligido lesiones. Pero por las listas de espera solo tuvo tres sesiones cada tres meses, de 15 minutos cada una. La última fue en septiembre de 2022 y todavía no lo llaman para la próxima —dice Soledad T.

Los otros dos niños, por su parte, tienen problemas conductuales en el colegio.

—Daniel está muy deprimido. No le encuentra sentido a la vida, no le interesa nada y se duerme en todas las clases para desconectarse de la realidad. Pablo, en cambio, no tiene respeto por nada, le gusta hacerles daño a los demás y en 2022 quedó como condicional en el colegio. Este 2023 lo aceptaron porque lo llevaríamos a la psicóloga —dice la mujer, quien pidió ayuda en la Oficina de Protección de Derechos (OPD) de Infancia Villa Alemana y en la Escuela de Psicología de la Universidad Andrés Bello de Viña del Mar por una recomendación.

Entre agosto y diciembre de 2022, Daniel fue atendido por una alumna en práctica de esta Escuela. Pablo, por su parte, recibió una terapia familiar en el Cesfam de Villa Alemana, que quedó pausada hasta marzo de 2023. La profesional a cargo se fue de vacaciones. Pero Felipe, su nieto mayor, es el que más le preocupa.

—El problema es que le dieron fármacos, pero si la doctora no lo ve, no se los dan y el tratamiento se corta.

De acuerdo a la Subsecretaría de Redes Asistenciales, de alta y mediana complejidad, cuentan con atención de salud mental en especialidad abierta, “lo que equivale a un 70% de cobertura”. El texto no indica cuántos de estos 78 recintos brindan atención en salud mental enfocada en niños, niñas y adolescentes.

Respecto de las medidas que el Ministerio de Salud (Minsal) estaría adoptando para mitigar las listas de espera de NNA, la Subsecretaría de Redes Asistenciales consignó:

—Existe un amplio acuerdo en definir como única puerta de entrada a la red asistencial la Atención Primaria de Salud, cuyos equipos tienen la capacidad de detectar, diagnosticar e intervenir la mayoría de los problemas de salud presentes. Solo en contadas ocasiones se requiere de la especialidad para la resolución de estas situaciones.

Pablo Espoz Blasso, psiquiatra infanto-juvenil de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Niños Exequiel González Cortés, y director de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia (Sopnia), explica que, según cada caso, las familias deben acudir a la atención primaria y evitar saturar las unidades de emergencia.

—Todos los trastornos del déficit atencional, conductuales, ansiosos leves (que un chico a lo mejor tiene una fobia específica o dificultades sociales), pueden ser vistos en la atención primaria. Pero si estamos hablando de una depresión moderada o severa, que se acompaña de síntomas como el suicidio o la psicosis, de trastornos ansiosos generalizados o de crisis de pánico, entonces se debe acudir a especialistas.

Felipe Lastarria es psicólogo clínico de la Unidad de Urgencias del Hospital Regional de Antofagasta, que recibe pacientes de toda la zona norte: Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta y Atacama. Dice que entre febrero y marzo de 2022 la unidad de urgencia colapsó recibiendo distintos casos por salud mental.

—Pero ahora la presencialidad nos trajo aún más pacientes infanto-juveniles.

Hasta el 2021, el octavo piso de psiquiatría de este hospital solo tenía 6 camas, pero desde el año pasado tiene 12 y hay solo un psiquiatra para todos los pacientes que llegan —dice Lastarria, quien especifica que a diario llegan a la urgencia varios adolescentes pidiendo atención por salud mental.

—Ahora tenemos 7 pacientes esperando una cama en el piso de psiquiatría por intento suicida y otros tres están esperando fuera de la urgencia por atención.

Katalina Pacheco hoy tiene 19 años, pero desde San Rafael, en la Región del Maule, dice que nunca ha podido recibir un tratamiento que le ayude a mejorar su salud mental. Ella cuenta que, desde los años, batalla con su autoestima. Dice que sus compañeros del colegio le hacían bullying y agrega que a los 15 se involucró en una relación tóxica. Katalina relata que estas situaciones la dañaron profundamente, pero que nunca recibió terapia psicológica. Solo pidió ayuda en 2022, porque no quedó en la carrera de Medicina que su familia quería y esto la derrumbó. Ella tuvo que esperar todo el verano y parte del otoño.

—Ese verano fui al Cesfam de San Rafael a pedir una hora. Sentía mucha ansiedad y tenía pensamientos suicidas, pero recién me dieron hora para mayo. Esperé como pude y traté de desahogarme con la psicóloga. Pero la próxima sesión me la dieron para junio y con otro médico de salud mental —relata Katalina y agrega: —No tiene sentido para mí tomar terapia cada dos meses.

La psiquiatra infantil y del adolescente Vania Martínez, directora del Núcleo Milenio IMHAY, es tajante:

—No se saca nada con ver a la persona una vez y después al mes siguiente seguir con el tratamiento. No hay ninguna evidencia en el mundo que diga que un tratamiento una vez al mes funcione.

Katalina Pacheco dice que desde esa última sesión en junio de 2022 no ha recibido más atención psicológica, porque se cansó de esperar que la lista avanzara.

—He intentado estar bien, pero tengo muchos pensamientos tormentosos y me han pasado cosas tristes. Me apoyaba en mis mascotas, pero en noviembre atropellaron a un gatito mío y hace poco se me desapareció otro. Quiero ayuda, ir al Cesfam, pero me dicen que en dos o tres meses más hay hora, pero quizás ya ni me va a servir.

La ansiedad, la depresión, las autolesiones y el suicidio son los problemas que afectan a los menores de 18.

Carolina Guerra y su hija Catalina.

Vania Martínez, directora del Núcleo Milenio IMHAY.

Felipe Lastarria, psicólogo clínico.

María Cecilia Besser, psicóloga clínica y Directora del Centro de Estudios y Atencion a la Comunidad – CEAC de la UCSH.