Educación en Derechos Humanos: una oportunidad para reconectar los discursos y la práctica

El 10 de diciembre se conmemora el día de los Derechos Humanos en todo el mundo, fecha elegida porque ese día del año 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos. A partir de entonces, pese a que la promoción de una cultura en derechos humanos se ha asumido como lo políticamente correcto, el reconocimiento de la importancia de estos no siempre ha ido de la mano con la práctica en la historia del mundo y de las naciones.

Por ello, la educación se configura como una herramienta vital para que este reconocimiento no se quede solo en el discurso, la cual es conocida como “educación en derechos humanos”. En Chile, el actual currículum nacional a través de las Bases Curriculares, reconoce a los derechos humanos como parte fundamental de la “Dimensión moral” de los Objetivos de Aprendizaje Transversales. Es decir, “contempla el conocimiento y la adhesión a los derechos humanos como criterios éticos fundamentales que orientan la conducta personal y social” (Mineduc, Bases Curriculares 7° básico a 2° medio, 2015). Esto significa que los Derechos Humanos no son un tema específico de alguna asignatura, sino que su aprendizaje es transversal a todo el currículum, siendo abordables a través de cualquier tipo de contenido.Por ello, el rol docente es crucial en la formación integral de las/os estudiantes como ciudadanas/os informadas/os, críticas/os y participativas/os.

Desde octubre del año 2019, cuando comenzó la revuelta social conocida bajo el nombre de “estallido social”, hemos sido testigos de numerosas violaciones a los Derechos Humanos. Los principales afectados lo han sido mientras se manifestaban, precisamente, por hacer realidad el respeto a los derechos humanos a través de la palabra clave de estos: dignidad.

Por otra parte, esta no solo se trata de una violación sistemática de los derechos humanos por parte del Estado, sino de que las autoridades no reconocen estos hechos y su gravedad para la vida democrática que nuestra sociedad se ha esmerado en buscar. Perdigones que llegan directamente a los ojos, agua con ácido con la que se pretende diezmar a los manifestantes, entre otros actos, no pueden ser calificados como “accidentes” o “transgresiones”. Como lo han detallado diversos informes de organismos nacionales e internacionales, son las más graves violaciones a los derechos humanos en nuestro país desde la dictadura cívico-militar.Las discusiones a nivel judicial sobre la sistematicidad o no de estos hechos abre la puerta a la posibilidad de que estos actos sean considerados como crímenes de lesa humanidad. Pero esta discusión no debe quitar el foco dela gravedad de los hechos, sino que debe mirarse como la búsqueda del mejor camino para lograr el término de estas prácticas y obtener justicia a los hechos ya cometidos.

Una vez más, el sufrimiento de todas/os quienes han sido vulnerados en este período, nos vuelve a mostrar, lamentablemente, que el discurso y la práctica no van de la mano. Más aún, nos hacen sentir, otra vez, la indefensión que como sociedad sentimos. El Estado, quien debe velar por el bienestar de los ciudadanos, se vuelve contra ellos.

Por todo esto es que, como Escuela de Educación en Historia y Geografía, formadores de profesoras/es, hacemos un llamado a la práctica permanente de una cultura en derechos humanos que promueva su respeto constante y para todos por igual,en el entendido que la educación en DD.HH es una herramienta clave para fomentar, desde la escuela, una cultura democrática que valore y respete la dignidad de cada ser humano. Para que esta frase no sea solo eso, una frase, las/os profesoras/es somos fundamentales pues, sea cual sea su disciplina, contribuimos al desarrollo del pensamiento crítico de las/os estudiantes y de su sentido de pertenencia a una comunidad. Solo de esta manera, ayudaremos a tener una sociedad que siempre rechace cualquier violación a los derechos humanos, sin medias tintas.