Vía ANDA

Los cambios en los valores, normas y principios que regulan las interacciones sociales han causado diversas modificaciones en las ideas, creencias y concepciones sobre la vida en comunidad. En efecto, los desafíos planteados en la Agenda 2030, aprobada por la Cumbre del Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU, 2015), establecen, entre otros temas, las bases para un crecimiento económico inclusivo y sostenible para lograr la prosperidad.

Este fenómeno se reforzó con ocasión de la pandemia de COVID-19, puesto que el confinamiento provocó que la gente se habituara más a consumir productos y servicios de proximidad. Las restricciones en el desplazamiento nacional e internacional motivaron que los individuos se interesaran por la manera que las empresas tienen de producir y gestionar, ante lo cual se generaron una serie de tendencias de consumo, como por ejemplo el incremento de las compras digitales, así como una mayor conciencia medioambiental del consumidor.

Posterior al término de la pandemia sanitaria se acentuó la necesidad de lograr un desarrollo sostenible, que es aquel que satisface las necesidades de la generación presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades. Dado esto, las firmas han tenido que abordar el problema del sobreconsumo y de la eliminación incorrecta de residuos, al mismo tiempo que modifican sus modelos de negocios y propuestas de valor para atender las necesidades y requerimientos de los “consumidores sostenibles (o sustentables)”, quienes cada vez reclaman más conciencia y proactividad con la sostenibilidad.

Estas personas están cambiando sus compras basándose en valores sociales y medioambientales, por cuanto la sostenibilidad es un factor que condiciona sus patrones de comportamiento, debido a que buscan consumir de una forma que no se perjudique a la sociedad, a los trabajadores y al planeta. La pandemia hizo que se convirtieran en ciudadanos más informados, exigentes e implicados, y en su dimensión de consumidores conscientes tienden a priorizar la salud, el bienestar y el medioambiente con decisiones de compra más sostenibles.

Estos consumidores son más exigentes con las marcas, puesto que compran productos y servicios que realmente necesitan y lo hacen de manera informada. No existe un único y monolítico “consumidor sostenible”, sino que varían los valores y las actitudes, y esos matices permiten diferenciar perfiles. A pesar de esto, este comportamiento de compra es muy común entre las generaciones más jóvenes, cuya prioridad se encuentra en el ecologismo y la sostenibilidad.

Cuando estos individuos adoptan una decisión de compra consideran la integridad del producto como un todo, incorporando elementos relacionados con la sustentabilidad y responsabilidad social. Y es así porque reconocen la existencia de problemas ambientales a nivel global, tales como la degradación del medioambiente, el cambio climático, el consumo de recursos de manera irresponsable y no sostenible, el deterioro de la biodiversidad, la destrucción del bosque nativo, la contaminación del agua y aire y, el incremento en la temperatura del planeta.

De esta manera, están teniendo lugar cambios cada vez más acentuados en los hábitos de vida y pautas de consumo de una proporción creciente de población, y en este contexto las empresas que generan valor para los “consumidores sostenibles” son aquellas que adoptan medidas viables económicamente que les permiten minimizar el deterioro ambiental y responder a las preocupaciones sociales. Estas firmas tienen el desafío de realizar acciones permanentes para reducir el impacto de sus actividades en el medio ambiente y en la sociedad, moviéndose gradualmente hacia un desarrollo sostenible.

Con esto las compañías no solo promueven acciones amigables con el ambiente, las buenas prácticas en la contratación, producción y uso de materias primas, sino que se invita a los consumidores a adoptar un consumo responsable. A través de esto se busca dotar de valores saludables y responsables al estilo de vida humano, y en lo que respecta a la producción surge la necesidad de evitar la degradación progresiva del planeta, las desigualdades sociales, la pérdida de los ecosistemas y los efectos del cambio climático.

Como resultado, las empresas deben destinar cada vez más tiempo, atención y recursos a inculcar la responsabilidad ambiental y social en sus prácticas empresariales. De este modo, pueden contribuir a que los países en los cuales operan avancen hacia un modelo de crecimiento económico sostenible, y esto pasa por comprender que el consumo sustentable no busca disminuir exclusivamente el incremento de la demanda de productos y servicios, sino que, más bien pretende concientizar y sensibilizar sobre las consecuencias que las prácticas de producción irresponsables generan contra el medioambiente y la salud y calidad de vida de la población.

Abrir chat
Hola ¿En qué podemos ayudarte?
Ir al contenido