Viernes Santo: la cruz como camino de esperanza

El Viernes Santo es el día en que la Iglesia contempla la pasión y muerte de Jesucristo. Es un momento de profundo dolor, pero también de entrega y cumplimiento de la promesa de salvación. En la cruz, Jesús asume el sufrimiento humano y lo transforma en camino de redención. Su sacrificio no es una derrota, sino el acto supremo de amor que abre las puertas de la esperanza.
En el Evangelio de Juan, Jesús, antes de expirar, dice: “Todo está cumplido” (Jn 19,30). Estas palabras expresan la culminación de su misión: dar la vida por la humanidad y revelar el amor incondicional del Padre. En la cruz, se hace realidad la promesa de un Dios que no abandona, sino que acompaña y libera el sufrimiento humano.
El Vía Crucis, que recorre el camino de Jesús hasta el Calvario, no es solo una meditación sobre su pasión, sino también una representación del propio camino de vida. Cada caída de Jesús, cada encuentro con su Madre, cada gesto de ayuda de Simón de Cirene y Verónica, son imágenes de nuestra propia existencia: momentos de dolor, de apoyo fraterno, de lucha y de fe.
Este proceso vital también se hace presente en la formación universitaria. El esfuerzo académico, los sacrificios personales, el cansancio, los múltiples roles y las dificultades son estaciones de un camino que lleva a una meta mayor. Cada obstáculo superado, cada noche de estudio, la crianza, el trabajo, cada reto afrontado con determinación es parte de una historia que se construye con esperanza. En la vida universitaria, como en el Vía Crucis, el sufrimiento no es estéril, sino que cobra sentido cuando se orienta hacia un bien mayor.
El Viernes Santo nos desafía a mirar más allá del dolor inmediato y reconocer en la cruz un signo de esperanza. En la comunidad universitaria, esto se traduce en el acompañamiento mutuo, en la construcción de una sociedad más justa y en la convicción de que el esfuerzo de hoy dará frutos mañana.
Las dificultades que son enfrentadas por estudiantes no son sólo personales, sino también familiares y comunitarias. Cada título obtenido, cada conocimiento adquirido, cada vocación descubierta es una victoria compartida, un testimonio de superación y esperanza para aquellos que nos rodean. Como la cruz de Cristo llevó a la Resurrección, el sacrificio en la vida académica y profesional puede ser un camino de transformación y esperanza para la sociedad.
El Viernes Santo nos invita a mirar el dolor con una nueva perspectiva: no como el final de la historia, sino como parte del camino hacia una vida plena. En la universidad y en la vida, el sufrimiento se convierte en oportunidad cuando se abraza con fe y se orienta hacia el bien común. Que este día nos ayude a reconocer que, aunque el camino de la cruz sea difícil, es también el camino de la esperanza que Dios nos entrega.
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