Un puente que aún no cerramos

14 de Marzo 2025
Categoría: Columna FIE Prensa

Vía La Segunda

Las universidades y centros de formación técnica son, por excelencia, lugares donde el capital intelectual toma forma para aportar a la sociedad con profesionales y técnicos. Pero hay un problema que no está en sus manos: el mercado laboral. Según datos del INE, en el trimestre octubre-diciembre de 2024, la tasa de desocupación entre jóvenes de 20 a 24 años se situó en un 18,3%, más del doble que la tasa general país (8,1%). Este comportamiento es históricamente consistente en el tiempo.

Entonces surge la pregunta incómoda: ¿Se está formando para el desempleo? La respuesta fácil, y equivocada, es culpar a las instituciones de educación superior por no “regular” las vacantes, como si fueran oráculos capaces de predecir la evolución del empleo o árbitros de la oferta y la demanda laboral. Pero ese no es su rol. Las instituciones de educación superior forman; no emplean.

La frustración de un egresado que no encuentra trabajo no se resuelve limitando el acceso a la carrera que quiere estudiar, sino generando condiciones para que el talento sea aprovechado. Es ahí donde fallamos. Se promueve la profesionalización, se aportan estadísticas de orientación sobre ingresos de primer año de empleabilidad y el ranking de carreras con mayor demanda. Sin embargo, no se generan mayores espacios de oportunidad laboral donde esos conocimientos puedan desplegarse.

El Estado tampoco puede absorber artificialmente a miles de profesionales que no han podido insertarse en el mundo privado por falta de oportunidades; hay muchas necesidades urgentes en salud, vivienda y seguridad esperando.

Por ello es urgente que la conducción política aborde el desempleo de los jóvenes egresados con mayor eficacia. Crear una mesa de trabajo conjunta con el mundo privado y las instituciones de educación superior; desarrollar una hoja de ruta, que trascienda gobiernos, con metas concretas y seguimiento de resultados, y fortalecer el apoyo a la innovación y emprendimiento del sector productivo.

La formación de capital intelectual es un motor de crecimiento y bienestar del que no se puede ni se debe prescindir. Se estima que el 70% de la riqueza de una nación con altos ingresos se origina a través del capital intelectual. Sino enfrentamos con convicción y acción esta realidad de desocupados “ilustrados”, seguirán creciendo peligrosamente la desilusión y el desperdicio o fuga del talento.

Alberto Amon J. Facultad de Ingeniería y Empresa UCSH

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