Reducir la desigualdad: el secreto para aumentar la productividad

(Vía El Desconcierto)
Mucho se habla de que para que Chile vuelva a la senda del desarrollo es fundamental aumentar nuestra productividad, algo complejo toda vez que los datos promedio indican que esta se encuentra estancada hace ya más de una década mostrando incluso periodos de desaceleración como fue entre 2015 y 2020 con un decrecimiento de -0,9%.
Frente a esa realidad, se habla de ser más innovadores o de fomentar la innovación en las organizaciones. Entendiendo este fenómeno desde una perspectiva schumpeteriana, se nos dice que cualquiera sea el tipo de innovación, radical o incremental, de producto o de proceso; procesos innovadores son los motores detrás de los despegues de crecimiento y prosperidad de nuestras economías y sociedades. Sin embargo, Chile vive un momento álgido y no solo en lo que se refiere a los dilemas constitucionales, de seguridad pública o de alta inflación; hoy Chile se está farreando una nueva oportunidad para desarrollarse, esta vez por culpa de la subutilización de su propio talento.
En la última década, se estiman en cerca de 50 mil los niños y jóvenes que desertaron anualmente del sistema escolar, promedio que aumentó en los años de pandemia en cerca de un 15%. Este despilfarro de talento se incrementa con otros fenómenos no menos preocupantes: jóvenes desempleados o en trabajos precarios, desempleados de larga duración, mujeres que quieren y no pueden trabajar, inmigrantes sin papeles para poder trabajar, etc.; en resumen, miles de potenciales emprendedores e innovadores que Chile no incorpora y segrega.
Raj Chetty, investigador de la Universidad de Stanford, y sus colaboradores han logrado demostrar que las capacidades innovadoras son cualidades presentes en todas las personas, no circunscritas a las personas de mayores ingresos y con una educación fuerte en ciencias y matemáticas. Es más, se distribuyen de manera casi equitativa entre todo tipo de personas que a su vez trabajan en todo tipo de industria o actividad económica. Por lo tanto, aumentar nuestra productividad y así recuperar el dinamismo de nuestra economía pasa por acelerar la movilidad social, aprovechar el talento conjunto de la población y reducir la desigualdad.
Desde este punto de vista, las políticas púbicas pro-innovación que más necesita Chile deben apuntar a fortalecer la educación preescolar, recuperar a los estudiantes desertores, modernizar la educación técnico-profesional acercándola al mundo de la empresa usando modelos de educación dual, promover la digitalización del conjunto de la población, y políticas activas de empleo con especial foco en jóvenes, mujeres y migrantes.
Cristián Guitiérrez
Secretario Académico de la Facultad de Ingeniería y Empresa de la Universidad Católica Silva Henríquez
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