Frente a María, memoria compartida

Por Norton Contreras Paredes (Académico de la Escuela de Educación Inicial)
Mi familia, por parte paterna, es muy católica y participa activamente en diversas actividades vinculadas a la Iglesia. Durante mi infancia, al visitarlos durante los veranos en un sector rural al interior de Ovalle, tuve la oportunidad de ver, sobre todo a mi abuela, cómo organizaba y participaba en diversas actividades vinculadas al Mes de María. Recuerdo que al interior de la casa existía un altar, con velas e imágenes de la virgen y se hacía oración. A ello se suma que durante toda mi vida estudié en colegios católicos, lo cual me hizo interiorizarme de lleno en diversas actividades religiosas, entre las cuales estaba, por supuesto, el Mes de María. Respecto a esta instancia tuve la oportunidad de participar aún más al ingresar a cursar mi enseñanza media a un colegio perteneciente a la congregación de los Hermanos Maristas, donde la figura de María adquirió un protagonismo importante en toda nuestra formación académica y espiritual.
Recuerdo que en más de una oportunidad participé activamente en la organización de estas actividades, especialmente en lo relacionado con las lecturas bíblicas. Estábamos dirigidos por nuestros profesores, quienes nos daban la posibilidad de proponer algunas cosas, generando instancias de oración y reflexión antes de comenzar la jornada y al finalizarla.
Hoy por hoy la figura de María se constituye como algo importante en quienes somos creyentes. Su principal importancia radica en ser la madre de Jesús, el Hijo de Dios. Y desde ese lugar nos inspira a diario a vivir también como Él. María además se constituye como nuestra madre espiritual, ocupando un lugar importante al igual que nuestra madre terrenal o biológica. María es una madre que nos inspira a diario a vivir nuestra fe con alegría, siempre obrando dentro del bien, pensando en el bienestar común y conforme a la Palabra de Dios. Tal como señala el Papa Francisco en su bula Spes non confundit “La esperanza encuentra en la Madre de Dios su testimonio más alto. En ella vemos que la esperanza no es un fútil optimismo, sino un don de gracia en el realismo de la vida. Como toda madre, cada vez que María miraba a su Hijo pensaba en el futuro…” Es así como María nos inspira además como fuente de esperanza en el futuro, de que podemos tener la oportunidad de ser mejores personas y de reforzar a diario nuestra fe. María nos considera también como a su hijo Jesús y, como toda madre, desea lo mejor para nosotros, sus hijos. Quiere vernos felices y realizados.
En este sentido, toda esta reflexión queda resumida con la célebre frase de San Marcelino Champagnat “Todo a Jesús por María, todo a María para Jesús”. Que este Mes de María sea un oasis de reflexión y espiritualidad entre tantos problemas y dificultades que a diario nos afectan. Que nuestra Buena Madre nos ayude a ser buenos cristianos y virtuosos ciudadanos.
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