El INBA y la opinión pública: tiempo de matices

Tras la explosión que dejó 35 estudiantes heridos en el Internado Nacional Barros Arana (INBA), han surgido opiniones que remiten a distintos niveles de análisis, que es importante distinguir y así evitar caer en polarizaciones que no contribuyen a resolver los problemas relacionados con la violencia escolar.
• Se han reflotado las cifras relacionadas con la disminución de las matrículas en la educación pública y, en particular, de los liceos emblemáticos, como señal de su decadencia. Este es un fenómeno multidimensional, que se extiende desde hace más de 10 años, que no responde exclusivamente a la participación de los estudiantes en manifestaciones sociales ni en actos violentos, y que se explica en parte por los incentivos a la privatización de la educación en nuestro país.
• Se ha cuestionado el proyecto educativo de los liceos emblemáticos en tanto forma de adoctrinamiento. Frente a esta crítica, es importante terminar con la ilusión de que un proyecto educativo puede ser “neutral” ideológicamente. Los proyectos educativos surgen con el objetivo de formar a los estudiantes en ciertos valores compartidos por un grupo o comunidad. Es así como podemos encontrar colegios subvencionados que ponen el foco en la dimensión académica y en la disciplina, por ejemplo. En tanto, para la educación pública, ha sido algo más difícil establecer cuáles son esos valores, pero los liceos emblemáticos habían tenido una orientación clara hacia la promoción social, la excelencia académica, el reconocimiento de la participación del estudiantado y el desarrollo de liderazgos, entre otros. El que existan ciertos valores ideales no implica la imposición ni el adoctrinamiento de los estudiantes, y es perfectamente posible mostrarles a estos cuáles son las distintas perspectivas que existen sobre un tema y promover sus habilidades de pensamiento crítico para que tomen decisiones informadas. Incluso, si un profesor revela su postura política, ello no tiene por qué impedir al estudiante deliberar, y es parte de las conductas de preferencia que expresan los estudiantes acerca de sus docentes, de acuerdo con la literatura.
• Desde la derecha se han realizado comentarios sobre la débil condena o la justificación de la violencia por parte de la izquierda, confundiendo con ello la defensa que este sector ha realizado del legítimo derecho a manifestarse. Y, como contraparte, han surgido críticas desde la izquierda a la criminalización que reviste la Ley Aula Segura (o aproximaciones similares, como la propuesta del recién electo alcalde electo de Santiago) para actuar en casos de violencia grave por parte de estudiantes en establecimientos educativos escolares, señalando las limitaciones de esta para entender el fenómeno de forma sistémica y no patologizante. Es necesario ir más allá de ambas posturas para abordar las diferencias estructurales que existen en el país y que hacen que la experiencia de la educación y de la democracia de los estudiantes de distintos sectores del país sea muy disímil; concederle a la izquierda que si bien los cambios sociales han ido de la mano de manifestaciones que no han estado exentas de violencia en el pasado, esta no tiene por qué ser la ruta que elijamos para el futuro; y aceptar que algo de razón tiene la derecha cuando dice que la violencia “no es la forma”, aunque este sector la haya ejercido en abundancia. Es posible en las escuelas dar cabida al disenso, al debate y al conflicto como generativos, sin que por ello tenga que dar pie a la violencia ni se ponga en riesgo la democracia. Entender esto es clave para la formación ciudadana escolar, donde no basta con promover la obediencia y respeto por parte de los estudiantes, sino que es necesario que puedan expresarse y encontrarse diversas perspectivas.
• Por último, han surgido voces con sentido común, señalando la necesidad de que prime el cuidado de las infancias como prioridad en las medidas que se tomen en casos de violencia escolar y en los análisis que se hagan de estos hechos. Es fundamental tener esto en cuenta, ya que no caben aprovechamientos políticos en este momento difícil para el INBA y para la educación en nuestro país, sino que pensar más a largo plazo cómo podemos abordar el tema de la violencia y convivencia escolar, poniendo la mira en los enfoques formativos, positivos y preventivos, porque las escuelas deben ser lugares seguros y donde los derechos de las infancias se respeten. Como madre, es mi mayor preocupación. Como académica, no puedo tener un discurso alternativo que suene bien por rebelde, pero que no pueda sostener en la práctica.
Andrea López, académica e investigadora Citse UCSH.
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