Vía El Mostrador

Hace 32 años (1992) la asamblea general de las Naciones Unidas estableció la jornada internacional de concientización por el agua. Sin embargo, la gestión y el resguardo del agua dulce para garantizar el suministro a cada niño y niña en el mundo es una tarea cada vez más compleja por el cambio climático y el estrés hídrico (definido como la relación entre el agua dulce extraída y el total de recursos renovables de agua dulce).

Hoy foco está centrado en el agua para la paz y la prosperidad, intentando avanzar hacia el objetivo del desarrollo sostenible número 6 que menciona justamente “agua y saneamiento para todos hacia el 2023” (ONU,2023).

Pareciera aún no haber plena conciencia entre los habitantes del planeta de que el agua dulce con la que debemos sobrevivir es sólo el 3% del total de agua de la Tierra. Y más aún, de que una gran parte de esta se encuentra contenida en el hielo del planeta y sus aguas subterráneas, y apenas el 1,2% es el agua superficial con la que podemos satisfacer las necesidades de la vida, (NASA, Earth Observatory)

¿Qué pasa con la falta de agua y los más pequeños?

Estos datos resultan relevantes si consideramos la realidad socio climatológica y la desigualdad estructural del mundo. Para la infancia, el agua resulta indispensable para la subsistencia y cuando niños pequeños no tienen acceso adecuado a ella, se incrementa el riesgo de enfermedades gastrointestinales, deshidratación y diarreas.

En su informe 2023, la ONU denuncia que en efecto los más vulnerados son los niños; los menores de 5 años poseen una cifra de 700 muertes por día causadas por agua sin el debido saneamiento. Por otra parte, UNICEF indica que, de cada 3 niños, 1 vive en zonas expuestas a grave escasez hídrica y el avance del cambio climático sólo aumentará estas cifras.

La falta de hidratación genera serios problemas en la salud en general; en niños y niñas, investigaciones (Edmonds & Jeffes 2009; Lieberman, 2007) indican que el bajo consumo de agua podría provocar alteraciones en su desarrollo cognitivo. Por otra parte, Burke et al., (2018) en una producción relativa a los efectos psicológicos del cambio climático en preescolares, analizan cómo puede alterar -directa o indirectamente- la salud mental, detallando los trastornos en la vida cotidiana a causa del mismo fenómeno.

Otra investigación sobre cambio climático, conflicto y niños, (Akresh, 2016) menciona que éste irá paulatinamente generando más conflicto e incluso violencia en el mundo, mayormente presente en zonas de precariedad ambiental (Currie & Deschenes, 2016).

Aunque los efectos del cambio climático estarán presentes por completo en el planeta, será la infancia justamente en países subdesarrollados o en vías de desarrollo la que vivirá en primera instancia los golpes de estas consecuencias; incluso se indica que la relación entre clima, conflicto y niños podría ser lineal: la variabilidad climática puede aumentar el riesgo de conflicto y, a su vez, afectar aún más a los niños.

Un triste ejemplo de lo anterior es el conflicto en Gaza. Unicef declara que el 90% de los niños en el territorio en conflicto mueren diariamente por no poder acceder al agua. Nuestra región también aporta datos desalentadores pues la infancia en movimiento a causa de flujos migratorios también fallece de deshidratación por ausencia de servicios fundamentales como el agua durante el transito con sus familias.

Se requiere analizar ética y políticamente desde un enfoque de justicia y derechos infantiles esta realidad. La distribución justa y el eco equilibrio sostenible para el futuro entre la industria y el crecimiento no puede esperar. Como tampoco lo puede hacer el análisis y reflexión de cada uno, por el consumo desmesurado de agua, la contaminación y lo imperioso de una educación urgente sobre el cuidado del agua.

 Angélica Riquelme-Arredondo Académica de la Escuela Inicial, Facultad de Educación, Universidad Católica Silva Henríquez.

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